miércoles, 29 de enero de 2014

INFLUENCIA DEL ODIO BIPARTIDISTA

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Las influencias internacionales 

La formulación doctrinaria y la práctica de los partidos en Colombia, siempre han estado marcadas por el contexto internacional. El hundimiento del imperio español fue continental, y cuando a mediados del siglo XIX se forman los partidos liberal y conservador en Colombia, ambos que en su esencia eran liberales, fueron marcados por los mismos hechos políticos y por los mismos vientos doctrinarios internacionales: la Revolución de 1848 en Francia y las de Italia, Alemania y Hungría; la caída de la monarquía en Francia y la Constitución de la República: la soberanía temporal del Papa y los problemas religiosos de Italia; la caída de Páez en Venezuela, la de Flórez en Ecuador y la de Rosas en Argentina, fueron hechos políticos determinantes en la conformación y debate entre conservadores y liberales, así como en lo doctrinario todos los ideólogos leían y le daban su propia interpretación a Lamartine o se disputaban por los textos de Benthan, Sismondi, Fourier, Saint-Simon o Proudhon. En la Argentina, Sarmiento oponía la "civilización" a la "barbarie", lo europeo a lo americano, que se simbolizaban en el frac y en el poncho. En la Nueva Granada por la misma época, el nombre de los contendientes -burgueses comerciantes, y artesanos- se representaba también por el atuendo "cachacos" y "guaches", los de traje europeo y los de ruana. La secularización del Estado, el conflicto religioso que marca sobre todo a los países católicos en el siglo XIX, fue vivido en América en forma similar: los comerciantes querían secularizar el Estado y abrir sus países al libre cambio y a la inmigración. Sarmiento decía en Argentina: "La cuestión de libertad de cultos es en América una cuestión política y de economía. Quien dice libertad de culto, dice inmigración europea y población"3. En Colombia los radicales también decretaron la libertad de cultos, la separación, entre la Iglesia y el Estado, al mismo tiempo que imponían la libertad de comercio, y en consecuencia de importación, con tanto celo, que hasta la cuarentena sanitaria en los barcos fue suprimida "por considerarla incompatible con los principios de la libertad". La desamortización de bienes eclesiásticos realizada en Méjico por Lerdo de Tejada y Juárez fue precursora de menos de dos lustros de la verificada por Mosquera, y el largo reinado dictatorial de Porfirio Díaz sirvió como modelo a la efímera dictadura de Rafael Reyes.
Durante el siglo XX, en Colombia, la revolución mejicana, la soviética, el manifiesto de los estudiantes de Córdoba y el Aprismo peruano, nutrieron con su inspiración los primeros escarceos de intelectuales socialistas que bien pronto fueron asimilados por el partido liberal. Ya éste en el poder, a partir de 1930, realiza la reforma constitucional de 1936 al influjo de la Constitución Española de 1931, bajo la guía doctrinal de León Duguit y al amparo de los frentes populares, que en España y Francia, se formaron para luchar contra el fascismo y acá contra su caricatura. Maurras, el monarquista francés, sirvió de guía a grupos intelectuales conservadores que como su maestro decretaron la "acción intrépida" y el atentado personal; la lucha de Mussolini, Hitler, y Franco fue seguida con beneplácito y esperanza por un amplio sector de la dirigencia conservadora. Cuando el Peronismo sucumbía en Argentina, Rojas Pinilla trató de copiarlo en algunos de sus aspectos, y el invento típicamente colombiano, el Frente Nacional, como tanto otros inventos nativos, ya estaba funcionando en Austria en momentos en que el Castrismo proyectaba sus luces sobre todo el continente.

El bipartidismo

En el siglo XIX en Colombia, como en los otros países latinoamericanos se dio el bipartidismo liberal-conservador pero a diferencia de casi todos ellos, en Colombia esta situación se prolongó en el siglo XX y es un hecho actual innegable. Y no es que no se hubieran hecho variados intentos en el presente y el pasado siglo para modificar esta situación: los balbuceos socialistas en 1850, no fueron más que liberalismo romántico inmerso dentro del partido liberal; el partido católico que algunos esbozaron en el siglo XIX no trascendió el deseo piadoso de ciertos conservadores, y la Unión Republicana, que surgió en 1910, no pasó de ser un ave de corto vuelo cuya cabeza estuvo en el partido conservador y cuyas alas, al cabo de un lustro, se reincrustaron en el liberalismo y el conservatismo. Sectores artesanales, pero sobre todo intelectuales, crearon en 1919 un partido socialista que se diluyó en el liberalismo desde 1922, así como los grupos intelectuales del mismo nombre que surgieron en los años veinte, se incrustaron en las altas posiciones burocráticas liberales, tan pronto ese partido llegó al gobierno, en el año de 1930. En 1933 Jorge Eliécer Gaitán fundó la UNIR (Unión Nacional Independiente Revolucionaria), pero ante la posibilidad de una curul senatorial que le ofreció el partido liberal en 1934, el movimiento se liquidó. Los socialistas de los años 40 no tuvieron mejor suerte que sus homólogos de 20 años atrás y la Anapo (Alianza Nacional Popular), que en los años sesenta creó el General Rojas Pinilla, se empecina en seguir a su fundador hacia la tumba. Queda sí el Partido Comunista Colombiano fundado en el año de 1930. Este partido durante la República liberal no deslindó suficientemente sus banderas de las del liberalismo y tras una tenaz resistencia en los años de la violencia, no obstante cierta audiencia en sectores proletarios y campesinos, no ha calado lo suficiente en las masas como para que en la Colombia actual se pueda dejar de registrar el hecho de un bipartidismo liberal-conservador.

Los partidos liberal y conservador son pluriclasistas por su composición pero en ellas la representación de diferentes clases, o fracciones de clase, implica la imposibilidad de los intereses de la clase dominante. Esta característica les ha permitido supervivir y explica en parte el bipartidismo colombiano. Desde el momento de su fundación, ambos partidos han mantenido una constante, cual es la de tener un sector de centro que permite las alianzas; un sector radical o de izquierda en el liberalismo que se mueve para recuperar a los más avanzados, bien sea a los que promovían reformas laicas o civiles en el siglo XIX, o a quienes en el siglo XX han mostrado inclinaciones socialistas o actitudes populares. Por su parte, el partido conservador escogió durante el siglo XIX a civilistas republicanos, a católicos ultramontanos incluso con veleidad monarquista, y en el siglo XX, incluyó, desde las expresiones burguesas de la doctrina social católica hasta las actitudes de los Maurrascistas condenados por el Vaticano; desde los partidarios de las doctrinas y prácticas de Franco y Mussolini hasta los más empecinados amigos de la colaboración con Norteamérica durante la segunda guerra mundial y la guerra fría. El bipartidismo liberal-conservador durante el siglo XIX estaba enmarcado, tanto en Colombia como en los otros países de América Latina, por la misma problemática: grupos de comerciantes, masas de indígenas y de esclavos sin libertad jurídica y sin representación política, artesanos, propietarios medios e intelectuales para los cuales el liberalismo fue o pretendió ser la representación política a través de la implantación de las doctrinas de libre comercio, abolición de la esclavitud, circulación de la propiedad territorial, secularización del Estado, etc. A su vez, el conservatismo que se presentó como el partido del orden, de la defensa de la "civilización" contra la barbarie representada en los cambios, se alineó dentro de un gran debate en el mundo occidental, al lado de la Iglesia Católica detentadora de gran parte del poder político y de la tierra portaestandarte del statu quo.
Lo que sí es más específicamente colombiano, sobre todo, dado su relativo desarrollo industrial durante el siglo XX, es la no presencia de grupos socialistas de magnitud que expresen los intereses de los sectores proletarios, tal como sucedió en otros países, por ejemplo, en los del Cono Sur. Es indudable que para ello incidió la carencia de grupos inmigrantes y socialistas, pero en Colombia, en donde la inmigración no fue de importancia en el siglo XIX, este efecto no se dio.
En Colombia, una circunstancia en su desarrollo político a finales del siglo XIX, tiene un significado especial para la persistencia del bipartidismo y para que en el presente siglo el partido liberal haya logrado recuperar gran parte de las expresiones de descontento popular. Una de las razones puede ser la siguiente: en 1885-1886 una coalición conservadora-liberal, comandada por Rafael Núñez bajo el nombre de Partido Nacional y que bien pronto se convirtió en simplemente conservadora, implantó como más adelante se verá, un régimen autoritario, teocrático y centralista cuyos pilares institucionales fueron la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887. Con estas bases el partido conservador gobernó hasta el año de 1930. Esto da a la historia colombiana una dirección contraria a la de otros países del continente, en donde los partidos liberales se tomaron el poder y lo conservan, en muchos casos, a través de dictadores sanguinarios que laicizaron el Estado y cumplieron una función favorable para la penetración del capital y los intereses imperialistas. Tal vez para muchos liberales que sufrieron destierro, confiscaciones y cárceles, la hegemonía conservadora no fue benéfica; pero para la supervivencia política del partido liberal el ostracismo del poder sí fue feliz. El proceso de industrialización en Colombia sólo comenzó en el siglo XX, y fueron los años veinte, los postreros de la hegemonía conservadora, los que presenciaron un rápido desarrollo al impulso del capital extranjero y de la acumulación de la burguesía nacional, debida ésta, fundamentalmente, a las exportaciones de café. En estas circunstancias, desde la oposición, el partido liberal pudo avanzar en sus programas incluyendo algunas reivindicaciones laborales o nacionalistas, incluso a veces con una terminología socializante, con mayor libertad en la medida en que sólo se trataba de programas. Los sectores artesanal y las inexpertas masas proletarias, fueron entonces captados por un partido liberal que programáticamente daba salida a algunas de sus reivindicaciones laborales inmediatas y que no tenía que ejercer, desde el gobierno, la sucia tarea de represión. Luego, ya en el poder a partir de 1930, el gobierno liberal juega victoriosamente a la carta de la institucionalización de salida jurídica a una serie de conflictos agrarios, y dentro de la república burguesa, da cabida al movimiento sindical como la expresión de los intereses proletarios, apoyándose en él para ejecutar la reforma de modernizar y laicizar algunos aspectos del Estado. Las reformas laicas propuestas por el liberalismo durante la hegemonía conservadora y realizadas desde el siglo XIX en casi todos los países del continente, constituyeron una reserva táctica para el liberalismo colombiano que las presentó como revolucionarias en el siglo XX y sobre todo, para obligar a los sectores populares, durante la República liberal (1930-1946) a una alianza contra el enemigo común -el conservatismo- al unir institucionalización agraria y laboral con secularización.

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